domingo, 24 de febrero de 2013

Último Ángelus de Benedicto XVI

El Evangelio del día al centro de la reflexión del Papa. “El tiempo cuaresmal nos enseña a disponer el tiempo justo a la oración personal y comunitaria, dando así respiro a nuestra vida espiritual” meditó el Santo Padre, enfatizando que “la oración no es un aislarse del mundo y de sus contradicciones”, como hubiese querido hacer Pedro sobre el monte Tabor. Reconociendo también que la oración “conduce a la acción”, el Pontífice confesó: “Esta Palabra de Dios la siento dirigida particularmente a mí, en este momento de mi vida. El Señor me llama a ‘subir al monte’, para dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar la Iglesia, por el contrario, si Dios me pide esto, es justamente para que yo pueda continuar sirviéndola con la misma entrega y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero de una manera más adecuada a mi edad y a mis fuerzas”.


¡Queridos hermanos y hermanas!


En el segundo domingo de Cuaresma, la Liturgia nos presenta siempre el Evangelio de la Transfiguración del Señor. El evangelista Lucas destaca en particular el hecho de que Jesús se transfiguró mientras rezaba: se trata de una profunda experiencia de relación con el Padre, durante una especie de retiro espiritual que Jesus vive en lo alto del monte, en compañía de Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos que siempre están presentes en los momentos de la manifestación divina del Maestro (Lucas 5, 10; 8,51; 9,28).

El Señor, que poco antes había anunciado su muerte y resurrección  (9, 22), ofrece a los discípulos una anticipación de su gloria. Y también, en la Transfiguración, como en el bautismo, resuena la voz del Padre celestial: “Este es mi hijo, el elegido; ¡escuchadlo!” (9, 35). La presencia de Moisés y de Elias, que representan la ley y los profetas de la antigua Alianza, es sumamente significativa: toda la historia de la Alianza esta orientada hacia Él, el Cristo, que cumple un nuevo “éxodo”  (9, 31), pero no hacia la tierra prometida, como en tiempos de Moises, sino hacia el Cielo. La intervención de Pedro: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí!” (9,33), constituye el intento imposible de detener esta experiencia mística. San Agustín comenta: “[Pedro]... en el monte... tenia a Cristo como alimento del alma. ¿Por qué tenía que descender para volver a las fatigas y dolores, si allí arriba se sentía lleno de santo amor a Dios que le  inspiraba una santa conducta?» (Sermón 78,3).

Meditando en este pasaje del Evangelio podemos sacar una enseñanza muy importante. Ante todo, la primacía de la oración, sin la cual todo el empeño del apostolado y de la caridad se reduce a activismo. En la Cuaresma, aprendemos a dar el tiempo adecuado a la oración, personal y comunitaria, que hace respirar nuestra vida espiritual. Ademas, la oración no significa aislarse del mundo y de sus contradicciones, como hubiera querido hacer en el Tabor Pedro, sino que la oración orienta al camino, a la acción. “La existencia cristiana --he escrito en el Mensaje para esta Cuaresma-- consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios” (n. 3) (http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/lent/documents/hf_ben-xvi_mes_20121015_lent-2013_sp.html).

Queridos hermanos y hermanas: siento que esta Palabra de Dios se dirige particularmente a mí en este momento de mi vida. El Señor me llama a “subir al monte”, a dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar a la Iglesia, es más, si Dios me pide esto es precisamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma entrega y el mismo amor con el que lo he tratado de hacer hasta ahora, pero de una manera más adaptada a mi edad y a mis fuerzas. Invoquemos la intercesión de la Virgen María: que ella nos ayude a seguir siempre al Señor Jesús, en la oración, y en la caridad operante.

[A continuación, el Papa saludó a loa peregrinos en francés, inglés, alemán, español, portugués y polaco. En español, dijo:]

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, y a cuantos se unen a esta oración mariana a través de los medios de comunicación, agradeciendo también tantos testimonios de cercanía y oraciones que me han llegado en estos días. Jesús, nos dice el Evangelio de hoy, subió al monte a orar, y entonces se transfiguró, se llenó de luz y de gloria. Manifestaba así quién era él verdaderamente, su íntima relación con Dios Padre. En el camino cuaresmal, la Transfiguración es una muestra esperanzadora del destino final al que lleva el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Y también un signo de la luz que nos inunda y transforma cuando rezamos con corazón sincero. Que la Santísima Virgen María nos siga llevando de su mano hacia su divino Hijo. Muchas gracias, y feliz domingo a todos.

[Antes de despedirse, improvisando en italiano, el Papa concluyó]

“¡Con la oración, siempre estamos cerca! Gracias”.

[Traducción del original italiano realizada por Aleteia]

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