domingo, 4 de noviembre de 2012

«Aunque no siempre sean capaces de articularla, los jóvenes tienen sed de Dios»

Esta mañana y tras el rezo de laudes, ha tenido lugar la última de las ponencias del Congreso Nacional de Pastoral Juvenil, pronunciada por el Cardenal Stanislaw Rylko, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos. La intervención ha llevado por título «La pastoral de los jóvenes ante la emergencia educativa hodierna: el magisterio de Benedicto XVI». El Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos ha señalado que el compromiso de la Iglesia de educar en la fe es una contribución a la sociedad para que salga de la crisis educativa que padece.

(CEE/InfoCatólica) El cardenal ha comenzado renovando su gratitud a la Iglesia que vive en España y particularmente a la de Madrid, por la generosidad de la acogida y la eficaz organización de la inolvidable JMJ de 2011.Como ha recordado, cada edición de la JMJ nos hace reflexionar sobre la importancia de de la pastoral juvenil en la Iglesia.

El prelado ha centrado su intervención en la emergencia educativa, desde las enseñanzas de Benedicto XVI: «la educación constituye uno de los puntos fundamentales de la cuestión antropológica actual», recuerda el Papa.

En ese sentido, el ponente ha analizado en qué consiste la crisis educativa de la postmodernidad, explicando la creciente dificultad que se encuentra para transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento. Las dificultades «son inevitables en una sociedad y en una cultura que con demasiada frecuencia tienen el relativismo como su propio credo». Hablar de verdad se considera peligroso y autoritario en nuestra sociedad líquida, sin certezas, privada de la piedra angular, que rechaza la existencia de la verdad. Aquí la educación no sólo es una tarea ardua, sino en ocasiones, incluso imposible.

En este contexto, «el compromiso de la Iglesia de educar en la fe, en el seguimiento y en el testimonio del Señor Jesús es hoy más que nunca una contribución para que la socedad salga de la crisis educativa que la aflige».

El cardenal ha desarrollado después las características de los educadores que deben enfrentarse a esta complicada tarea: en la Iglesia «la evangelización de la juventud debe ser realmente una prioridad. Los jóvenes deben sentirse acogidos, comprendidos y amados. Cuando se sienten respetados en su libertad se dejan interpelar por la propuesta cristiana. La libertad debe ser conjugada con la necesidad de verdad que tienen los jóvenes». El Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos ha insistido en que la educación de las nuevas generaciones requiere el compromiso de toda la comunidad cristiana.

El purpurado ha analizado quiénes son los jóvenes hoy y qué los diferencia de las generaciones precedentes. Ha afirmado que los jóvenes actuales viven en un «alarmante desarraigamiento cultural, religioso, moral y por un gran individualismo, reivindican para sí el derecho a construir la propia vida, prescindiendo de los valores y normas comúnmente aceptados». Este panorama se acentúa y adquiere visos preocupantes por el impacto que tiene en la vida de los jóvenes la grave crisis económica que azota al mundo, y especialmente a Europa.

Recorriendo el magisterio de Benedicto XVI, el cardenal Rylko ha destacado que «en la juventud hay un deseo, una búsqueda también de Dios. Por tanto, tienen cierta disponibilidad, a pesar de todas las dificultades de hoy y por eso, debemos hacer todo lo posible por mantener viva la llama de esa búsqueda».

La emergencia educativa de nuestros días se hace notar también en el evidente flaquear de los ámbitos propios de la formación y la alarmante escasez de buenos maestros. «La madurez humana y cristiana de los educadores es la piedra angular del proceso de educación en la fe, sin embargo no basta. El Papa subraya que debemos ser siempre conscientes de que no podemos realizar esa obra con nuestras fuerzas, sino solo con el poder del Espíritu Santo».

Benedicto XVI nos llama a reconsiderar seriamente los fundamentos de nuestro trabajo con los jóvenes. «El Santo Padre, gran maestro de la fe, nos ayuda a volver a lo esencial: no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».

Las jóvenes generaciones «tienen derecho a recibir el anuncio de Dios de manera explícita y directa, sin reducirlo a un pretexto para tratar cuestiones que aparezcan quizá más interesantes a la mentalidad contemporánea. Aunque no siempre sean capaces de articularla, nuestros jóvenes tienen sed de Dios». En la educación de las estas nuevas generaciones «no puede evitarse la cuestión de la verdad; más aún, debe ocupar un lugar central. En efecto, al interrogarnos por la verdad ensanchamos el horizonte de nuestra racionalidad, comenzamos a liberar la razón de los límites demasiado estrechos dentro de los cuales queda confinada cuando se considera racional sólo lo que puede ser objeto de experimento y cálculo». El cardenal ha querido incidir en que el uso adecuado de la libertad es una cuestión decisiva para la vida, porque está íntimamente referida a las opciones vocacionales.

La ponencia ha concluido aludiendo a uno de los temas preferidos de Benedicto XVI: la belleza. «Tenemos por delante el desafío decisivo para todo proyecto pastoral: abrir ante nuestros jóvenes el rostro de Cristo y su Evangelio, persuadirlos de que apostar por Cristo vale la pena, de que ser cristianos no sólo es lo correcto, ¡es hermoso! (…) Dios también hoy encontrará nuevos caminos para llamar a los hombres y quiere contar con nosotros como sus mensajeros y sus servidores».

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