Es una experiencia increíble, antes de viajar estuve muy contenta de ser parte de este gran encuentro, pues al darme cuenta de la necesidad de la Iglesia, el tan sólo pensar que nos reuniremos con el Papa Benedicto XVI y miles de jóvenes para esta gran fiesta, una misma misión, unidos en la Fe en Cristo; me llenaba de alegría el vivir por primera vez una JMJ, y especialmente la de Madrid 2011. He participado de muchas actividades, en misiones, jornadas, catequesis, retiros… que ayudan a establecer un encuentro personal con Dios, donde uno aprende a valorar muchas cosas, entre ellas la familia; un cambio radical de vida, la fuerza que Dios te da para que cada día fortalezcas tu fe, y puedas dar a Cristo a los demás, pues es así como me siento antes, durante y después de la JMJ.
Muy feliz por la acogida que nos dieron, nuestra gran familia, donde el amor a Dios y al prójimo es pleno, con alegría, sencillez, sobre todo unidad. Alcalá la Real fue aquel lugar que siempre llevaré en el corazón por su espíritu acogedor. Agradezco a Dios infinitamente por poner en mi camino personas tan gratas que me mostraron el rostro de Dios, la generosidad y la caridad, sobre todo la amistad arraigada y edificada en Cristo, firmes en la fe, aquel lema que me llena de fuerza, para seguir luchando en mi vida espiritual y dar a los demás, con ayuda de instrumentos que Dios me da en la dirección espiritual.
Estar en cada actividad de la JMJ fue un ofrecimiento, especialmente, en las caminatas, una gran aventura, es aquí donde la amistad cada día iba creciendo más, más y más, un volver a empezar en nuestras vidas, pues esto no termina aquí, la JMJ continua, en nuestra casa, en el trabajo, en la universidad, en el lugar donde estemos, la misión nos espera a cada uno: evangelizar, ayudar a muchos jóvenes en el encuentro con Dios, y ¿porque no decirlo?, el de ir ya preparándonos desde ahora para la JMJ 2013. ¡Río de Janeiro nos espera! La oración nos ayudará a fortalecer más nuestra fe, vencer los obstáculos e ir con confianza, ser discípulos donde Dios nos pone, alegres siempre en Él, guiados por la gracia del Espíritu Santo para nunca perder la esperanza, aceptando la voluntad, porque para Dios no hay nada imposible. Unidos en la oración y en el corazón Inmaculado de la Virgen.
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