viernes, 15 de marzo de 2013

Bergoglio y la Dictadura de Videla

Frente a las acusaciones de que colaboró con la dictadura de Videla, Jorge Mario Bergoglio ha explicado su papel.


La elección de Jorge Mario Bergoglio como el Papa Francisco ha hecho que muchos se lancen a escudriñar su pasado para comprender quién se ha convertido en el nuevo Vicario de Cristo. Ese pasado incluye los años que vivió en su país, Argentina, bajo la dictadura de Jorge Videla. Hay voces que le acusan de haber colaborado con el régimen. Se basan en el testimonio de dos sacerdotes.


Son los curas jesuitas Francisco Jalics y Orlando Yorio, que formaban parte de la teología de la liberación, así llamada. Ambos sacerdotes realizaban su labor en las “villas miseria”. Yorio acusó a Jorge Mario Bergoglio, entonces provincial jesuíta, de no defenderles ante los escuadrones de la muerte, que los secuestraron. Francisco Jalics, por su parte, prefirió guardar silencio al respecto, una vez se recluyó en un monasterio alemán.


Pero luego le denunció en su libro Ejercicio de meditación, recogido por el diario El País, con estas palabras: “El hombre me prometió que haría saber a los militares que no éramos terroristas. Por declaraciones posteriores de un oficial y 30 documentos a los que pude acceder más tarde pudimos comprobar sin lugar a dudas que este hombre no había cumplido su promesa sino que, por el contrario, había presentado una falsa denuncia ante los militares”.


El diario recoge la versión del propio Bergoglio, quien precisa: “Nunca creí que estuvieran involucrados en actividades subversivas como sostenían sus perseguidores, y realmente no lo estaban. Pero, por su relación con algunos curas de las villas de emergencia, quedaban demasiado expuestos a la paranoia de caza de brujas. Como permanecieron en el barrio, Yorio y Jalics fueron secuestrados durante un rastrillaje. La misma noche en que me enteré de su secuestro, comencé a moverme. Cuando dije que estuve dos veces con Videla y dos con Massera fue por el secuestro de ellos”.


Intercedió por quienes le acusan


En una entrevista con Jorge Mario Bergoglio, el entonces presidente de la Conferencia Episcopal argentina explicó varias participaciones suyas durante la brutal dictadura de Videla. Se vuelve a referir a los casos de Yorio y Jalics, al referir que “En uno de mis intentos de conversar con Videla, me las arreglé para averiguar qué capellán militar le oficiaba la misa y lo convencí para que dijera que se había enfermado y me enviara a mí en su reemplazo. Recuerdo que oficié en la residencia del comandante en Jefe del Ejército ante toda la familia de Videla, un sábado a la tarde. Después, le pedí a Videla hablar con él, siempre en plan de averiguar el paradero de los curas detenidos”.


Es más, antes de que se produjese el golpe de Estado, les advirtió del peligro que corrían, y se prestó a cobijarles: “Les dije que tuvieran mucho cuidado. Recuerdo que les ofrecí, por si llegaba a ser conveniente para su seguridad, que vinieran a vivir a la casa provincial de la Compañía”. Añade que “Afortunadamente, tiempo después fueron liberados, primero porque no pudieron acusarlos de nada, y segundo, porque nos movimos como locos. Esa misma noche en que me enteré de su secuestro, comencé a moverme. Cuando dije que estuve dos veces con Videla y dos con Massera fue por el secuestro de ello”.


Escondió a varios perseguidos


Pero hizo más cosas. Por ejemplo, escondió a varios perseguidos por el régimen en el Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, en Buenos Aires. “No recuerdo exactamente el número, pero fueron varios. Luego de la muerte de monseñor Enrique Angelelli (el obispo de La Rioja, que se caracterizó por su compromiso con los pobres), cobijé en el colegio Máximo a tres seminaristas de su diócesis que estudiaban teología. No estaban escondidos, pero sí cuidados, protegidos”.


No fue lo único que hizo: “Saqué del país, por Foz de Iguazú, a un joven que era bastante parecido a mí con mi cédula de identidad, vestido de sacerdote, con el clerigman y, de esa forma, pudo salvar su vida”.


Asimismo cuenta sus esfuerzos por socorrer a los hijos de una antigua profesora suya. Los dos jóvenes, que estaban casados, eran “delegados obreros de militancia comunista”. Al valorar su actuación concluye: “Yo hice algunas averiguaciones que no me llevaron a ninguna parte y, con frecuencia, me reprocho no haber hecho lo suficiente”.


FUENTE: INTERECONOMÍA.COM

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