jueves, 30 de mayo de 2013

Lo que cargamos es un ideal por el cual vale la pena dar todo

“Si alguien quiere seguirme, renuncie a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16, 24). En los días de hoy, parece que este consejo evangélico se debilita cada vez más. Sufrimos constantemente la tentación de enfriarnos en la lucha para alcanzar nuestros objetivos. Parece que existe un deseo de que las cosas pasen sin que tengamos que hacer absolutamente nada.


No nos damos cuenta, pero eso afecta también nuestra vivencia de fe, nuestra espiritualidad. Admiramos y veneramos los santos como, por ejemplo, Beato Juan Pablo II, Santa Teresa y San Sebastián. Nos identificamos con ellos, queremos hacer de estos nuestros “patronos” de caminada, pero acabamos olvidándonos que todos ellos, sin excepción, tuvieron una cosa en común: acojan y carguen con alegría sus cruces. No esperaron que las cosas acontecieran, sino que las hicieron. Tomar para sí la cruz es indispensable en el seguimiento de Cristo. Cuanto a esto Nuestro Señor fue muy claro; “si alguien quiere seguirme, renuncie a sí mismo, tome  su cruz y sígame”(Mt 16,24), y es necesario tomarla con alegría, con júbilo de quien sabe que encontró un sentido para su vida, un motivo mayor por el cual vale la pena  esforzarse. span>Vivir la castidad exige mucho más esfuerzo de lo que es dejarse llevar. Estudiar para una prueba difícil exige mucho más esfuerzo y disciplina de que simplemente copiar de alguien que ya hubiera hecho el esfuerzo. Rezar todos los días, ofrecer cada momento del día como una ofrenda que sea agradable a Dios, es mucho más difícil de que vivir livianamente haciendo lo que “te viene a la cabeza”, sin pensar si mi actitud es cristiana o no.  Frecuentar la iglesia regularmente observando el 3° mandamiento exige mucho más esfuerzo del quedarse en casa sin hacer nada.


Nosotros, que nos estamos aproximando de la JMJ Río2013 precisamos  prepararnos y mostrar con nuestra vida, más que con las palabras, que vale la pena seguir este a quien seguimos, vale la pena luchar por nuestros ideales que luchamos, aún que exijan de nosotros una renuncia mayor de que simplemente  dejarse llevar por las tendencias modernas. El encuentro que hicimos con Aquél que cambió nuestra vida y la vida de los santos que veneramos, nos muestra que, más que lo posible, es una cosa que vale la pena ser hecha. Tomar sobre sí la propia cruz, renunciar a sí mismo, es seguirlo con fe y  esperanza de quien encontró el Tesoro más valioso de todos. Por él vale la pena donar todo nuestro esfuerzo, nuestra vida, aunque sea en una cruz, ¡vale la pena! ¡Así lo que cargamos no es una simple cruz, pero un ideal por el cual vale la pena dar todo!



Cleber Kraus - Oficina de Valores

 

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