
Apenas pudo sobrevivir y el trabajo de los médicos fue ímprobo para sacarla adelante, pero ella siempre ha confesado que fue la fe en Jesucristo la que le hizo aguantar el tipo los primeros momentos para hacer posible que salvara la vida y, sobre todo, para superar el trauma hasta el extremo de volver a surfear sólo un mes después de la tragedia.
Posteriormente se dedicó a predicar a Jesús en el mundo que tan bien conocía, de los aficionados a la tabla y a las olas. Y, por supuesto, siguió surfeando. Los premios infantiles que le habían llovido antes del incidente, le siguieron lloviendo después gracias a su constancia. En 2005 logró un campeonato nacional, y en 2008 quedó tercera en un campeonato mundial frente a las mejores rivales del mundo.
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