miércoles, 22 de enero de 2014

La Alegría del Evangelio - Firmes en la FE - Protagonistas los jóvenes

Intervención de Dorota en el programa de Radio María España "Protagonistas los Jóvenes" en la sección Firmes en la FE:


Alegría del Evangelio


“La Alegría del Evangelio”  con este titulo aparece la primera Exhortación Apostólica, del Papa Francisco.


Santo Padre nos dirige la mirada sobre la importancia del evangelio en nuestras vidas, nos invita a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría.  Pero no alegría superficial señalada por el consumismo y el individualismo que aíslan las conciencias y no dejan espacio para los demás.


Fijando la atención en la introducción al libro... ¿Cual es el primer paso para encontrar la “Alegría del Evangelio”?


Pues... lo primordial para encontrar la alegría del Evangelio es el reencuentro con Jesucristo, Papa Francisco nos pide a todos los cristianos que renovemos nuestro encuentro, o al menos, nos dejemos encontrar por Él. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos.


Utilizando las palabras del Papa, les invito en este instante para decirle a Jesucristo


 «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores».  PAUSA


Partiendo de este maravilloso momento de reencontrarnos con Jesucristo, la alegría llenará nuestro corazón y toda nuestra vida, nos sentiremos liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.


Unidos al Cristo seremos parte de la Iglesia en su punto de partida como la comunidad de discípulos que toman la iniciativa de ser los primeros en salir al encuentro de los demás con el deseo inagotable de brindar misericordia.


Francisco subraya que la Iglesia es el pueblo de Dios y debe ser, conforme al proyecto de amor de nuestro Padre Dios, “el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio”. A través del Bautismo nos convertimos en pueblo de Dios y nos convertimos en discípulos misioneros, en “agentes evangelizadores”. Así que la evangelización es tarea de todos los que somos Iglesia, ‘un pueblo con muchos rostros‘.


La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de nosotros, cualquiera que sea nuestra función en la Iglesia y el grado de ilustración de nuestra fe, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones, repito de nuevo una  parte de esta frase: un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados,


 ¡Si!;  todos somos iglesia y por lo tanto todos somos evangelizadores;


También aquellos los que piensan que no pueden aportar nada... Despieren de este sueño cómodo y sin compromisos, dejen de repetir incansablemente la frase «¿Para qué me voy a privar de mis comodidades y placeres si no voy a ver ningún resultado importante?». Con esa actitud se vuelve imposible ser misioneros.


Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco, sin miedo y sin excluir a nadie. Todos tienen derecho de recibir el Evangelio y todos los cristianos tienen el deber de anunciarlo.


Al anunciar el evangelio a los demás, el Santo Padre destaca la importancia de emplear siempre un lenguaje positivo que indique cómo podemos hacer mejor las cosas y, en cualquier caso, no quedarse en la queja, el lamento, la crítica o el remordimiento.


Así como nos invita Santo Padre recuperemos en este instante la alegría del primer anuncio o ‘kerigma‘:


 ‘Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte’. PAUSA


Somos conscientes de verdad de este mensaje?  Y si es así por que entonces tenemos la cara de vivir el viernes santo a diario?


Todos, no solo los sacerdotes, debemos ser conscientes que la evangelización necesita del acompañamiento personal en los procesos de crecimiento,  escuchando, prestando una mirada respetuosa y llena de compasión, con paciencia y prudencia, despertando la confianza de quien es evangelizado, su apertura y su disposición para crecer.  En la 1ª Carta de San Pedro se nos advierte muy claramente: «Hacedlo con dulzura y respeto», y en Romanos  «en lo posible y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres»


Para lograr la alegría de evangelización debemos abrirnos sin temor a la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios. El Espíritu Santo, infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con valentía , en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Invoquémoslo hoy y siempre, bien apoyados en la oración valiente, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma.


Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios.


Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón. Siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad. Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga.


La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio  es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás.


Ahora bien que sería la iglesia sin su madre. Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios. En ella encontramos la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida.


Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes”.


A la recomendación del Santo Padre le podríamos decir:


Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu,


acogiste al Verbo de la vida en la profundidad de tu humilde fe,


totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro «sí»


ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.


... ¿Recuerdan el momento en que el Santo Padre nos pide que „hagamos lio“?  Pues hagámoslo evangelizando....

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